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Censura maquillada: la “Ley Guerra” y el ahorro de voces en Sinaloa

 

En los pasillos del Congreso de Sinaloa se cuece un nuevo experimento autoritario: la llamada “Ley Guerra”, promovida por la diputada local María Teresa “Tere” Guerra Ochoa. Su nacimiento es reciente —a inicios de junio de 2025— y su escudo, seductor: “combatir la violencia política de género en medios digitales”. Sin embargo, lo que se disfraza como protección, podría convertirse en mordaza.

 

🕵️‍♀️ ¿Qué propone la ley?

Amplía la definición de “violencia digital” y propone sanciones incluso penales contra quienes difundan expresiones ofensivas o difamatorias en redes sociales y medios electrónicos, todo bajo el paraguas de resguardar la equidad y dignidad femenina  

 

Si bien la defensa de las mujeres frente a ataques reales y misoginia virtual es urgente y justa, el problema radica en el lenguaje ambiguo de la ley: “difamación”, “calumnia”, “injuria”… términos jurídicos que pueden engullir cualquier crítica incómoda.

¿Quién determina lo que es legítimo y lo que no? ¿Un tribunal? ¿El grupo parlamentario en turno? La respuesta: el poder. Y el poder suele ser ciego ante sus propios excesos.

Sobre la censura real dentro del Congreso

La diputada Paola Gárate (PRI) denunció haber sido silenciada en una sesión reciente: le apagaron el micrófono mientras hablaba de la sequía y la inseguridad en Sinaloa. Calificó el hecho como “tiránico” e imputó a Morena la creación “de la ley orgánica más autoritaria de la historia” . Guerra Ochoa respondió que “no existe censura” y que se respeta la pluralidad  ; pero el video de ese apagón —y el enojo de Gárate— pinta otro escenario.

El velo feminista como camuflaje político

Como apuntan voces críticas, la llamada “Ley Guerra” suena bien defendiendo a las mujeres, pero podría ser “una trampa electoral” mediante la cual se controla la disidencia y se construye una narrativa de victimización y autoridad que favorezca a Morena en futuros procesos locales o estatales.

El feminismo no debería usarse como escudo para silenciar a la oposición.

¿Qué está en juego?

Si la ley se aprueba tal cual, la libertad de expresión —no solo la de las mujeres, sino la de todos— quedaría supeditada a lo que el poder considere “amenazante”

Podría criminalizar memes, columnas periodísticas incómodas, incluso comentarios satíricos. El temor pasaría a ser el principal inhibidor del debate público, y la democracia, una caja de eco para el discurso oficial.

La delgada línea entre protección y censura

Sinaloa necesita proteger a las mujeres de la violencia digital.

Pero no a costa de poner al periodismo, a la academia, a la ciudadanía, al arbitrio del poder. Hay otras herramientas: tipificar claramente delitos reales, fortalecer la investigación digital, promover la alfabetización mediática.

Como dijera alguna vez Benjamin Franklin: “Aquellos que renuncian a la libertad esencial por seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad”.

En anteproyectos con discurso color rosa —o feminista—, se debe reconocer dónde termina la protección y comienza la mordaza. Porque de lo contrario, la “Ley Guerra” no será un escudo, sino un garrote.

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